20 julio 2011

¡Ay, el cuerpo envejece!

Ay, el cuerpo de uno que envejece. Uno lo desconoce porque, claro, por dentro uno se sabe joven, pudiéramos decir que hasta inmaduro, que persisten muchas de aquellas inseguridades e ignorancias de la adolescencia.

Pero es un hecho, el cuerpo no sabe que seguimos jóvenes, de alguna manera esperanzados con todo aquello que soñamos de muchachitos, con aquello que pensamos que seguro la vida nos depararía en el futuro, "cuando fuéramos grandes".

Y resulta que ya estamos en la medianía de la edad y aquellas ilusiones siguen rosadas e inconcretas, y será por eso entonces que uno piensa que sigue joven porque en nuestra mente no cabe que habremos de envejecer sin que la vida nos dé todo aquello que hemos acariciado en nuestras ensoñaciones.

No obstante, hay indicios por doquier de que la juventud ya pasó. Tiene uno sus achaques. Se ve uno forzado a ir a médicos generales y especialistas; ay, y las canas, Dios mío, implacables exigiendo el tinte mínimo cada dos meses; el entrecejo con sus líneas ya imborrables, la piel de la frente ya marcada, la piel que ha perdido lozanía y elasticidad, y pongamos mejor aquí un "etcétera".

Empieza uno a fijarse en las personas de edad, las que ya viven esa etapa a la que, si bien nos va, habremos de llegar dentro de muy poco. Ya que es inevitable, el cómo-llegaremos es lo que hubiera de preocuparnos. Podrá uno tener su etapa de la negación (después de todo, estamos de duelo por nuestra juventud apenas extinguida) y haremos cosas estrafalarias: vestirnos y peinarnos como jovencitas (aspirar a un look que nos adjetive como hot); contemplar la posibilidad de una "canita al aire" nomás para confirmar que todavía podemos atraer a un hombre, y mientras más joven mejor; irse de club nocturno y fingir que la música de hoy nos fascina y que nadie como nosotros para bailarla; disimular que el alcohol y las desveladas no nos afectan (qué caray, si estamos como en nuestros veinte) y bueno, mejor pongamos aquí otro "etcétera".

Sin embargo, tendrá uno, tarde que temprano, que llegar a la etapa de la aceptación: los efectos del alcohol ya no nos provocan la misma euforia ni tenemos el mismo aguante, la música ya no es igual. También habrá que hacerle frente a la consulta con el medico y a todo el nerviosismo de escuchar los resultados de tanto examen: que el colesterol está alto, que uno coquetea con la diabetes, que la hipertensión sigue fuera de lo normal.

Más recetas que uno toma con resignación. Confirmamos otra vez la sospecha: Efectivamente, está uno en la medianía de la edad y vale más que ajustemos la lente a esta realidad. Si bien la vida no nos dio todo lo que soñamos en nuestra mocedad, tal vez podamos hacer algo porque la tercera edad nos sea leve y le sea leve a todos aquellos que más queremos.

--Publicada originalmente en enero de 2005

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