09 enero 2012

2012 #1 LA MODERNIDAD Y SUS BEMOLES


Con todo y mi edad, soy de aquellos individuos que celebra todo lo que la modernidad nos ofrece. Escribo por correo electrónico, texteo cual experta en mi ya viejo iPhone, casi me acerco a la desorbitada cifra de 100 amigos en el mentado Facebook aunque haya varios que no conozco pero que me recomendó mi marido. ¡Bueno y ahora hasta tengo dos blogs!
Me maravilla la rauda velocidad con que es posible la comunicación con la gente propia y ajena. A veces me parece un poco superflua pero, sin duda, como diríamos en mi tierra, este acelere es cosa ya inevitable  y del Primer Mundo. Con todo y por eso, hay que abordar el tren o nos quedamos atrás. Lo bueno es que los hijos de uno parece que nacieron con el gen del entendimiento total de todos estos dispositivos y en un santiamén lo ponen uno al día.
Y sin embargo, y sin embargo…
Escribo ese “sin embargo” con un dejo de tristeza porque a mi hija Valentina y a su amiga Mariana (ambas de 13 años)les regalé de Navidad un paquete de notas con su nombre y apellido impresos. Rechulos los dos paquetes y a ambas les escribí una cartita en una tarjeta con mi inicial impresa. Les dije que mucho antes de la Internet, del correo electrónico, del texteo y del Facebook las personas nos comunicábamos por medio de lo que ahora su generación llama correo caracol (apare de la lentitud, por aquello de que rima en inglés snail mail). Les dije que para mí que siempre andaba o en México o en Estados Unidos el llegar a casa para ver qué había dejado el cartero era una ceremonia gozosa y luego de desconsuelo si no llegaba nada a nombre de uno. Sin duda lo rico de esta ceremonia residía en responder al amigo o al familiar que te envió una carta o una postal con un breve mensaje al reverso; sacar tu papel de correspondencia bonito, tu bolígrafo favorito y escribir varias hojas con tu letra más esmerada mientras te tomabas un café y el cenicero se llenaba con las bachas de tu cigarrillo y con tu nostalgia. Les sugerí a las chavitas que ojalá yo recibiera una cartita de cada una.

Al contarles esto me di cuenta de cuánto extraño recibir  correspondencia por correo postal. Por unos días pensé y repensé en no seguir huérfana de cartas y postales y que les volvería a escribir a los amigos de siempre.

Claro, qué güeva con el Feis tan a la mano.

Y sin embargo...

1 comentario:

  1. Muy cierto, en estos tiempos de tanta tecnología hemos ganado pero también hemos perdido. Todo tiene un precio!!!

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